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Cómo la suficiencia de las Escrituras cambió mi vida

En el contexto de los servicios, retiros y campamentos juveniles donde crecí, se nos exhortaba a reconocer y cumplir «el llamado», el cual se refería a aquella tarea que el Señor le había asignado a cada uno en el cuerpo de Cristo: ayudar a los pobres, cantar, enseñar, liderar, etc.

Aunque como joven creyente quería cumplir con ese llamado, no estaba muy segura de cuál era el mío. Por mucho tiempo serví en el ministerio juvenil mientras esperaba una señal especial de Dios que me dijera cuál debía ser mi verdadero rol. Escuchaba historias de cómo el Señor mostraba a otros en supuestos sueños o visiones el lugar que les correspondía, pero nada de eso me pasaba a mí.

Estaba convencida de que Dios me guiaría a través de señales sobrenaturales puestas en el camino. Pedí estas señales a Dios hasta con lágrimas, pero no llegaron. Los años pasaron y nunca tuve sueños, visiones o visitas angelicales que confirmaran cuál era mi llamado o la voluntad de Dios para situaciones particulares de mi vida.

Esta falta de confirmación sobrenatural me acomplejaba. En cierto modo, sentía que mis pasos como creyente no podían ser certeros si Dios no los confirmaba de un modo extraordinario; me sentía como una cristiana de «segunda clase».

Este complejo siguió hasta que comencé a estudiar con profundidad las doctrinas esenciales de la Biblia.

La suficiencia de las Escrituras

Los creyentes en Jesucristo afirmamos ciertas verdades fundamentales sobre la Biblia, las cuales guían nuestra forma de relacionarnos con la Palabra de Dios. Por ejemplo, creemos que la Biblia es un texto inspirado por Dios (2 Ti 3:16); es decir, un texto que proviene de Él.

La verdad sobre el origen de la Biblia se convierte en el fundamento de cómo recibimos Su contenido. Tomamos sus instrucciones con seriedad porque provienen del mismísimo aliento de Dios.

De igual manera, los cristianos afirmamos la doctrina de la suficiencia de la Escritura, según la cual mantenemos la certeza de que la Biblia tiene todas las palabras de Dios que necesitamos conocer para cumplir los dos propósitos por los que Dios la ha dispuesto: darnos sabiduría para salvación y equiparnos para vivir como a Él le agrada (2 Ti 3:16-171 P 1:3).

"La Biblia contiene todo lo que necesitamos conocer para ser salvos y para vivir como a Dios le agrada"

Encontramos un buen ejemplo de la suficiencia de la Escritura en la parábola de Lázaro y el rico (Lc 16:19-31). Un hombre rico que acaba de morir, desde su lugar de tormento, le pide a Abraham que mande a la casa de su padre a Lázaro, un mendigo que también murió y que está ahora con Abraham, para que al verlo sus familiares se arrepientan y no vayan al lugar de tormento donde él se encuentra. Sin embargo, Abraham cree en la suficiencia de las Escrituras y responde: «Ellos tienen a Moisés y a los profetas; que los oigan a ellos» (v. 29).

El hombre que había sido rico insiste en que esto no será suficiente y piensa que la casa de su padre necesita ver una señal sobrenatural para arrepentirse: alguien que venga de entre los muertos (v. 30). Pero Abraham reitera que la Palabra de Dios es todo lo que necesitan para su salvación: «Si no escuchan a Moisés y a los profetas, tampoco se persuadirán si alguien se levanta de entre los muertos» (v. 31).

Ese precisamente es el mensaje de la suficiencia de las Escrituras: la Biblia contiene todo lo que necesitamos conocer para ser salvos y para vivir como a Dios le agrada.

Cuando buscamos más

Ahora bien, no conozco a muchas personas que públicamente dirían: «No creo que la Biblia sea suficiente» o «Necesitamos más que la Biblia para vivir para Dios»; pero muchos lo afirmamos en la práctica cuando creemos que necesitamos experiencias sobrenaturales para conocer aspectos importantes de nuestro andar cristiano, como cuál es nuestro llamado, con quién conviene casarnos, cómo podemos mejorar nuestras relaciones interpersonales o cuál es la voluntad de Dios en una determinada situación.

Negamos la doctrina de la suficiencia de las Escrituras cuando, en vez de acudir a la Palabra, miramos al cielo en busca de una señal extraordinaria que indique el camino. Si en verdad aceptamos la suficiencia de la Biblia, busquemos en ella para encontrar respuestas.
Por ejemplo, si de joven hubiera entendido que la Biblia es suficiente para comprender cómo debo vivir mi andar cristiano, probablemente habría pasado menos tiempo esperando un sueño que confirmara mi rol sirviendo en la iglesia y más tiempo cumpliendo ese rol.

Lo sé ahora porque conozco que el apóstol Pablo nos da la respuesta al dilema de cuál es nuestra tarea asignada en el cuerpo de Cristo: Él anima a los creyentes a obrar según sus dones; en Romanos 12:6-8 prácticamente nos dice: «Si eres bueno para enseñar y otros lo reconocen, pues enseña; si eres bueno para animar y otros lo reconocen, pues anima; si eres bueno para dirigir y otros lo reconocen, pues dirige». Así, nuestro llamado como creyentes se resuelve al ser conscientes de cuáles son nuestros dones, a fin de usarlos de acuerdo a nuestros roles como hombres y mujeres para la edificación del cuerpo de Cristo. Esta respuesta estuvo en la Biblia todos los años de mi juventud, pero no me di cuenta porque creía que necesitaba algo aparte de la Palabra para cumplir con la voluntad de Dios.

"La convicción de la suficiencia de las Escrituras nos ayuda a dejar de esperar experiencias sobrenaturales para vivir nuestras vidas cristianas"

La convicción de la suficiencia de las Escrituras nos ayuda a dejar de esperar experiencias sobrenaturales para vivir nuestras vidas cristianas. Mientras que estas experiencias no suceden normativamente a todos los cristianos, las Escrituras están disponibles para capacitar a todos los creyentes en su vida con Dios. No hay nada fuera de ellas que un cristiano necesite saber para vivir como el Señor espera de él. Esta verdad nos hace libres de tener que esperar por sueños, visiones o profecías para comprender cómo actuar como creyentes. La Biblia es suficiente.

Honremos al Señor

Ahora bien, la doctrina de la suficiencia no enseña que deberíamos desechar automáticamente el consejo de otros creyentes. Recordemos que Dios nos otorgó a los ancianos y maestros para edificarnos (Ef 4:10-15), sin mencionar que todos somos llamados a exhortarnos unos a otros con el mensaje de Cristo (Col 3:16). Dependemos de nuestros hermanos en la fe para entender y aplicar la Biblia en nuestras vidas.

Además, en nuestra experiencia como creyentes, quizás podamos sentir que Dios nos guía en cierta dirección, aunque estas sensaciones sean subjetivas. Pero estas experiencias deben entenderse con la perspectiva correcta y filtrarse a la luz de lo revelado en las Escrituras. Ciertamente, todo lo que necesitamos para alcanzar la salvación y obrar como al Señor le agrada está registrado en la Biblia. Todo lo demás que Dios quiera usar en Su soberanía para instruirnos viene como un regalo de Su parte, un regalo que no debe imponerse como experiencia normativa a todos los cristianos y que no deberíamos esperar para empezar a vivir en obediencia a lo que Él ya nos reveló en Su Palabra.

Los creyentes no pertenecemos a una «segunda clase» de cristianos por confiar en el mensaje de las Escrituras. Al contrario, honramos al Señor al confiar que con Su aliento ha provisto todo lo que necesitamos para vivir como le agrada y que nos ha dado Su Espíritu para que podamos entender y profundizar en la Biblia, pues dependemos de Él para esto. La suficiencia de las Escrituras cambió mi vida cuando no sabía cómo vivir en la voluntad de Dios y necesito volver a esta doctrina una y otra vez. Espero que también cambie tu vida.

Natacha Glorvigen tiene una Maestría en Teología del Seminario Teológico de Dallas (DTS). Sirve como coordinadora de marketing y comunicaciones del departamento de español del DTS. Vive con su esposo en Dallas, Texas, y juntos sirven en el ministerio de misiones locales de su iglesia Northway Church. Puedes encontrarla en natacharglorvigen.com.

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